Resulta muy interesante comprobar cómo en diversas culturas el inicio de año es el tiempo propicio para pedir deseos de las formas más variadas. Aquí en España celebramos tradicionalmente el paso de un año al otro tomando "las uvas de la suerte" siguiendo un ritual muy preciso, una para cada campanada, teniendo que acabar con todas para poder "tener" suerte en el año que comienza. En varios lugares es costumbre empezar el año con un baño, normalmente en aguas heladas de ríos, lagos o en el mar, con la intención -sorprendente desde mi punto de vista ya que soy muy friolera- de garantizar la salud. Las peticiones de deseos en estas fechas se realizan de las formas más variadas desde el procedimiento simple de escribirlos en hojas de papel, hasta procesos más elaborados como el que escuché que se realizaba en Rusia donde quemaban los deseos escritos en papel muy fino y después brindaban con una bebida en la que habían disuelto la ceniza. La finalidad última de todos estas tradiciones y rituales es intentar atraer a nuestras vidas aquello que percibimos que necesitamos para sentirnos felices. Sin embargo, estos deseos e incluso la mayoría de los propósitos de año nuevo se quedan en meros pensamientos que acaban por perder su fuerza y no llegan a materializarse.
En muchas investigaciones sobre resiliencia se observa que el sentido de propósito es un factor de resiliencia muy importante, sin embargo no parece que el simple hecho de desear algo movilice los procesos resilientes. La gran pregunta sería: ¿qué transforma los deseos o los propósitos en fuerzas capaces de movilizar recursos y superar obstáculos para que puedan concretarse? Desde la perspectiva holística de resiliencia que estudio y desarrollo, la respuesta es muy clara: la energía resiliente.
Si han seguido los post anteriores ya he hablado algo de la energía resiliente. Básicamente, según los resultados de mis investigaciones la energía resiliente tiene tres elementos esenciales: energía de aprendizaje, energía creativa y energía de relación. Cuando estas energías están presentes los propósitos se convierten en verdaderos motores de resiliencia que afectan no sólo al área concreta en la que se ubican sino que también promueven mejoras a muchos niveles.
La teoría esta clara pero esto es algo muy práctico por lo que voy a poner un ejemplo que pueda ilustrarla. Pensemos en una persona que desea dejar de fumar. Puedo hablar desde la experiencia porque aunque era una fumadora social, en general sólo me gustaba fumar en compañía y de manera ocasional, no conseguí dejar de fumar completamente hasta el año pasado. El proceso que describo no es el mío pero algunos elementos sí estuvieron presentes.
En primer lugar para que el deseo de dejar de fumar se convierta en un propósito resiliente tiene que intervenir la energía de aprendizaje. No sólo tenemos que buscar un método concreto que queramos seguir sino lo más importante tenemos que aprender sobre nosotros mismos. Preguntas sobre cuáles son nuestras motivaciones para fumar, sobre los aspectos de nuestra personalidad que están en juego en este hábito y sobre los recursos internos que necesitamos para conseguir nuestro propósito. Una vez que estamos en el proceso de dejar de fumar es cuando más necesitamos activar esta energía de aprendizaje. Si, por ejemplo, hemos pensado en reducir el número de cigarrillos tenemos que ir "aprendiendo" cual es la cantidad que podemos ir fijando como meta y en qué momentos nos resulta más fácil no fumar. También tenemos que aprender a pensar en positivo, aceptando y aprendiendo de nuestros errores y celebrando nuestros éxitos. En fin, dejar de fumar puedo ser un proceso de aprendizaje muy interesante.
Así mismo debe estar presente la energía creativa. Es muy importante encontrar nuestros propios métodos, inventarnos nuestros "trucos" para evitar fumar e incluso canalizar nuestra frustración a través de tareas creativas. Hay quien descubre su talento culinario o desarrolla aficiones relacionadas con la música, la escritura o la pintura al dejar de fumar.
Y por último, tenemos que considerar la energía de relación. Somos seres sociales y nuestros actos e incluso nuestros hábitos están condicionados por nuestra esfera de relaciones. Dejar de fumar implica pasar de ser fumador a no fumador y muchas veces los mayores obstáculos los encontramos en romper los hábitos que compartimos con otros fumadores, como el salir a fumar con el compañero de trabajo que nos cae bien o tomarnos un café con las amigas al tiempo que encendemos nuestro cigarrillo. Para que la energía de relación nos acompañe y nutra nuestro propósito es necesario cambiar nuestra autoimagen y percibirnos dentro del grupo resiliente de los exfumadores, personas que han logrado superar esta adicción a pesar de las dificultades que esto conlleva. Del mismo modo es necesario modificar las rutinas relacionales para que no impliquen fumar y ver las ventajas sociales que puede aportarnos. Igualmente, la energía de relación se activa cuando nos damos cuenta de los beneficios que nuestras acciones conllevan para nuestro entorno cercano. Ya nadie va a ser fumador pasivo del humo que producimos y además podemos servir de ejemplo motivador para amigos y familiares que tienen el mismo propósito de dejar de fumar.
Por tanto, un propósito -cualquiera que sea- cuanto más energía de aprendizaje, energía creativa y energía de relación contenga más posibilidades de que la energía resiliente resultante haga posible lograrlo. Cada propósito conseguido sirve estímulo para otros procesos resilientes que estemos llevando a cabo y de impulso para conseguir nuevas metas y, además, desde la perspectiva holística de resiliencia, sabemos que nuestros procesos de resiliencia sirven para generar sinergias de resiliencia en las personas que nos rodean y en nuestro entorno.
¡Espero que este sea un año lleno de propósitos resilientes conseguidos para todos!