lunes, 31 de enero de 2011

Los ritos de paso

Los ritos de paso constituyen momentos especiales en la vida de las personas. Las diversas celebraciones, ceremonias y eventos significativos como cumpleaños, bodas o graduaciones, por poner algún ejemplo, nos sirven para marcar los finales de un proceso o estado y los inicios del siguiente. En todos ellos existe un marcado componente social. En realidad son los demás los que nos refrendan y confirman que se ha llegado a la meta. Además, el rito de paso suele ir acompañado de un ritual o procedimiento específico, con sus normas, sus símbolo e incluso algún tipo de vestimenta especial que hace que se pueda distinguir ese momento de la cotidianidad y por tanto, perdure, con mayor nitidez en la memoria. Precisamente, el valor fundamental del rito de paso está en dejar su huella para que pueda servir de cierre de ciclo y de motivación para la nueva etapa. En este sentido, puede ser sin duda un estímulo para potenciar la resiliencia.

El pasado sábado tuve mi propio rito de paso, la ceremonia de investidura de nuevos doctores, con todos los elementos para ser un rito de paso significativo. Állí estaba mi familia y mis amigas íntimas - y algunas personas que no pudieron asistir, pero que las llevaba en mi corazón-, también se encontraban el resto de compañeros y compañeras que se investían así como nuestros padrinos y madrinas, presididos por el rector -cetro en mano- y altos cargos de la comunidad universitaria. También contábamos con un coro que se encargaba de marcar con sus cánticos los distintos momentos de la ceremonia.

Sin duda alguna, la parte más emotiva y el centro de este acto, es cuando el padrino (la madrina en mi caso) te toma del brazo y te lleva ante el rector, que te coloca en la cabeza el birrete de doctor. Para mí ese momento fue muy especial. Cuando Eva, mi madrina y directora de tesis, me acompañó hasta el punto de encuentro sentí  que también lo hacían todas aquellas maestras y maestros que a lo largo de los años contribuyeron a transmitirme su amor por el saber. Pasaron por mi mente mis entrañables profesoras de primaria Lely, Vicky, Saro... los de secundaria entre los que me gustaría mencionar a Ángeles Sanabria, que me contagió su pasión por la historia, al literato y erudito Padre Mendoza, al genial científico Padre Henriquez (no seguí su consejo de ir por ciencias, pero todavía me encanta la física) y al gran filósofo Padre Borrego. Ya en la universidad, al profesor Cummings y al profesor García, grandes personas y profundos pensadores. Y por supuesto, mis profesores y profesoras de doctorado -todos y todas, aunque no los nombre de manera individual- que supieron reenceder la chispa y alimentar mi vocación de investigadora. Y en este último paso, mis dos directoras de tesis, María Dolores García y Eva Kñallinsky, maestras y ya amigas. Ellas fueron mis guías y una gran fuente de apoyo en el tramo final del largo camino que me llevó hasta ese preciso momento.  



La emoción que sentí en toda esta ceremonia fue de profundo agradecimiento, no sólo hacia mis referentes en el marco educativo, sino también hacia mi familia: mis padres y mis hijas, al igual que mis amigas y amigos así como todas las personas, incluidos los y las participantes, que me apoyaron para llevar a cabo este proyecto. Este rito de paso también les pertenece como parte integrante de este proceso de resiliencia que fue la realización de esta tesis doctoral.

Ahora me toca la parte dulce de compartir lo aprendido y de generar nuevos proyectos, como está siendo este blog. Gracias por leerlo y por el estupendo feedback que estoy recibiendo.

Ante la insistencia de mi hija Ana, les incluyo una foto de frente con el atuendo del acto. Sí, ciertamente el birrete (gorra) es un poco ridículo, pero... ¡un rito de paso tiene que tener sus retos!

sábado, 22 de enero de 2011

En defensa de las palabras raras como "resiliencia"



Empecé a impartir cursos sobre resiliencia hace unos ocho años cuando la palabra resiliencia era prácticamente desconocida en este entorno. Me resultaba muy curioso el rechazo inicial a esta palabra que se daba en muchas de las personas participantes. Incluso, hubo alguna que me sugirió que me buscara otra manera de referirme a ese concepto o que simplemente la eliminara de los títulos de mis talleres. Lo curioso es que todavía, a veces, continúo percibiendo cierto rechazo y, sobretodo, cierta dificultad para incorporarla a nuestro lenguaje cotidiano.

Está claro que el vocablo "resiliencia" es un anglicismo, pero el español está lleno de ellos y continúa nutriéndose de este tipo de términos de manera continua. Hasta hace poco nadie mandaba emails, sino correos electrónicos y se usaba mayoritariamente la palabra "hipervínculo" en vez de link, eso por no hablar de la palabra "blog", de la que ni siquiera recuerdo que haya existido un término previo en castellano y que, sin embargo, no ha tenido mayor dificultad, ni siquiera en el caso de palabras derivadas, como "blogsfera" o "blogero". En fin, que comencé a descartar que ese rechazo se debiera a que provenía del inglés.

Otra fuente de malestar con el término resiliencia podía estar en su similitud con otras palabras similares fonéticamente como "residencia" "silencia" o "resistencia", pero tampoco creo que esta sea la raíz del problema; aunque sí es verdad que puede dar lugar a confusión a la hora de articularla. También es cierto que hay términos que están cercanos conceptualmente como pueden ser el de "afrontamiento" o el de "personalidad resistente", pero no son lo mismo que "resiliencia".

Todas estas consideraciones pasaron a un segundo plano cuando hace unos días leí sobre unas estadísticas que, aunque habían sido realizadas por investigadores diferentes y en contextos y países diversos, concluían que nos avocábamos irremediablemente a un empobrecimiento del vocabulario y con ello, de nuestra capacidad para expresar ideas y emociones más complejas. El fenómeno es debido principalmente a la introducción de las nuevas tecnologías como vehículo para el uso del lenguaje y a la adaptación a la exigencia de frases cortas y términos conocidos para facilitar el intercambio rápido de comunicaciones. Este fenómeno va acompañado de un rechazo a las palabras "raras", las que se prestan a confusión al escribirlas o que expresan nuevos conceptos que implican cierta complejidad. Ha nacido una nueva forma de discriminación: la discriminación hacia las palabras "raras".

Así que voy a tener que incorporarla a las causas personales anti-discriminación que siempre me han movido (género, orientación sexual, situación socio-económica, etnia, edad, diversidad física o psíquica, etc). Especialmente, en el caso de la palabra "resiliencia" quiero reivindicar su valor de dar nombre a una fuerza esencial de los seres humanos y de la naturaleza que es la que permite superar las adversidades, y salir fortalecidos y mejorados de estos procesos. No es algo nuevo, siempre ha estado presente, pero ahora gracias a que tenemos un concepto que la defina podemos estudiarla y usarla en estos tiempos difíciles para crear una nueva sociedad más justa, solidaria y respetuosa con el medio ambiente.

jueves, 13 de enero de 2011

resiliencia y proyecciones positivas

En la entrada anterior Nuria hizo un comentario que merece la pena responder con alguna amplitud. Lo transcribo:

Estas Navidades hablaba con una tía que me comentaba que ella estaba convencida que cuando deseaba algo con mucha fuerza siempre se le cumplía.
Me comentaba que estaba convencida que le iba a tocar la lotería porque siempre había deseado que le tocara, aunque fuera poco. Mas que el dinero deseaba que se le cumpliera el deseo.
Tengo que decir que no nos tocó nada, pero a ella le sirve para vivir desde Septiembre hasta Enero con una ilusión especial. Me contaba que era capaz de sonreír imaginándose su foto en los periódicos brindando con cava.
¿Es esto esa energía resiliente?


La pregunta final no se puede contestar de manera directa. En resiliencia, por lo menos en esta visión holística de la resiliencia, no hay blanco o negro, sino un gran abanico de colores. En primer lugar habría que analizar todo el contexto y los efectos que este deseo tiene en diferentes áreas. Este tipo de deseos se basan en una proyección positiva: la persona se imagina consiguiendo algo que la hace feliz y eso le produce emociones positivas. Sin duda la capacidad de proyectar en positivo puede ayudar a generar confianza e incluso mejorar nuestra autoestima y nuestro rendimiento. Por eso se emplea como técnica en diferentes situaciones, desde el entrenamiento deportivo hasta en la preparación de exámenes o entrevistas de trabajo, entre otras cosas. En un amplio número de investigaciones se ha comprobado que las personas positivas, que suelen tener esta capacidad muy desarrollada, superan mejor las adversidades.

No obstante, esta habilidad para proyectarse a un futuro deseado puede también dar lugar a no resiliencia cuando esconde una estrategia de negación o evitación. Tomando el tema de los juegos de azar podríamos poner como ejemplo  el caso de alguien que rechaza un trabajo porque está convencido de que le va a tocar la lotería o que se gasta el sueldo en el bingo porque tiene la corazonada que va a obtener el premio. Desgraciadamente en la mayoría de las ludopatías encontramos este tipo de pensamientos que alejan a la persona de la realidad y, por tanto, repercuten negativamente a la hora de afrontar los problemas y llevar a cabo sus procesos de resiliencia.

Por supuesto no quiero decir que ese sea el caso de la persona de la que habla el anterior comentario. Si la tía de Nuria no toma riesgos innecesarios y resuelve con éxito el hecho de que no le toque la lotería, como así  parece dado que vuelve a jugar y a disfrutar con su proyección sabiendo que dura de septiembre hasta enero, podría servirle de estímulo resiliente en otras áreas.

De todas formas, a mí no me parece muy productivo desde la óptica de la resiliencia invertir nuestra energía emocional en este tipo de deseos. Por un lado, es una proyección que nos han metido a fuego en la cabeza; no hay más que ver los fantásticos anuncios que ponen cada año, y por otro nos enganchan con las imágenes de las personas que salen en la televisión y su desbordamiento de alegría. Lo que no nos suelen contar es que una vez que esas personas se adaptan a su nuevo nivel económico esa sensación de euforia desaparece. De hecho muchos estudios confirman, como por ejemplo Layard (20005) y Rifkin (2010), que una vez están cubiertas nuestras necesidades básicas el aumento de ingresos no está correlacionado con una mayor felicidad.

Y esto nos lleva al interesante tema de la felicidad y de cómo se relaciona con la resiliencia, pero eso lo trataré en otra ocasión. Gracias a Nuria y a todas las personas que han dejado sus comentarios. Esta interacción me parece una excelente manera de ir desarrollando y comprendiendo mejor este apasionante tema de la resiliencia.  

viernes, 7 de enero de 2011

Propósitos resilientes

Resulta muy interesante comprobar cómo en diversas culturas el inicio de año es el tiempo propicio para pedir deseos de las formas más variadas. Aquí en España celebramos tradicionalmente el paso de un año al otro tomando "las uvas de la suerte" siguiendo un ritual muy preciso, una para cada campanada, teniendo que acabar con todas para poder "tener" suerte en el año que comienza. En varios lugares es costumbre empezar el año con un baño, normalmente en aguas heladas de ríos, lagos o en el mar, con la intención -sorprendente desde mi punto de vista ya que soy muy friolera- de garantizar la salud. Las peticiones de deseos en estas fechas se realizan de las formas más variadas desde el procedimiento simple de escribirlos en hojas de papel, hasta procesos más elaborados como el que escuché que se realizaba en Rusia donde quemaban los deseos escritos en papel muy fino y después brindaban con una bebida en la que habían disuelto la ceniza. La finalidad última de todos estas tradiciones y  rituales es intentar atraer a nuestras vidas aquello que percibimos que necesitamos para sentirnos felices. Sin embargo, estos deseos e incluso la mayoría de los propósitos de año nuevo se quedan en meros pensamientos que acaban por perder su fuerza y no llegan a materializarse.


En muchas investigaciones sobre resiliencia se observa que el sentido de propósito es un factor de resiliencia muy importante, sin embargo no parece que el simple hecho de desear algo movilice los procesos resilientes. La gran pregunta sería: ¿qué transforma los deseos o los propósitos en fuerzas capaces de movilizar recursos y superar obstáculos para que puedan concretarse? Desde la perspectiva holística de resiliencia que estudio y desarrollo, la respuesta es muy clara: la energía resiliente.


Si han seguido los post anteriores ya he hablado algo de la energía resiliente. Básicamente, según los resultados de mis investigaciones la energía resiliente tiene tres elementos esenciales: energía de aprendizaje, energía creativa y energía de relación. Cuando estas energías están presentes los propósitos se convierten en verdaderos motores de resiliencia que afectan no sólo al área concreta en la que se  ubican sino que también promueven mejoras a muchos niveles.


La teoría esta clara pero esto es algo muy práctico por lo que voy a poner un ejemplo que pueda ilustrarla. Pensemos en una persona que desea dejar de fumar. Puedo hablar desde la experiencia porque aunque era una fumadora social, en general sólo me gustaba fumar en compañía y de manera ocasional, no conseguí dejar de fumar completamente hasta el año pasado. El proceso que describo no es el mío pero algunos elementos sí  estuvieron presentes.


En primer lugar para que el deseo de dejar de fumar se convierta en un propósito resiliente tiene que intervenir la energía de aprendizaje. No sólo tenemos que buscar un método concreto que queramos seguir sino lo más importante tenemos que aprender sobre nosotros mismos. Preguntas sobre cuáles son nuestras motivaciones para fumar, sobre los aspectos de nuestra personalidad que están en juego en este hábito y sobre los recursos internos que necesitamos para conseguir nuestro propósito. Una vez que estamos en el proceso de dejar de fumar es cuando más necesitamos activar esta energía de aprendizaje. Si, por ejemplo, hemos pensado en reducir el número de cigarrillos tenemos que ir "aprendiendo" cual es la cantidad que podemos ir fijando como meta y en qué momentos nos resulta más fácil no fumar. También tenemos que aprender a pensar en positivo, aceptando y aprendiendo de nuestros errores y celebrando nuestros éxitos. En fin, dejar de fumar puedo ser un proceso de aprendizaje muy interesante.


Así mismo debe estar presente la energía creativa. Es muy importante encontrar nuestros propios métodos, inventarnos nuestros "trucos" para evitar fumar e incluso canalizar nuestra frustración a través de tareas creativas. Hay quien descubre su talento culinario o desarrolla aficiones relacionadas con la música, la escritura o la pintura al dejar de fumar.


Y por último, tenemos que considerar la energía de relación. Somos seres sociales y nuestros actos e incluso nuestros hábitos están condicionados por nuestra esfera de relaciones. Dejar de fumar implica pasar de ser fumador a no fumador y muchas veces los mayores obstáculos los encontramos en romper los hábitos que compartimos con otros fumadores, como el salir a fumar con el compañero de trabajo que nos cae bien o tomarnos un café con las amigas al tiempo que encendemos nuestro cigarrillo. Para que la energía de relación nos acompañe y nutra nuestro propósito es necesario cambiar nuestra autoimagen y percibirnos dentro del grupo resiliente de los exfumadores, personas que han logrado superar esta adicción a pesar de las dificultades que esto conlleva. Del mismo modo es necesario modificar las rutinas relacionales para que no impliquen fumar y ver las ventajas sociales que puede aportarnos. Igualmente, la  energía de relación se activa cuando nos damos cuenta de los beneficios que nuestras acciones conllevan para nuestro entorno cercano. Ya nadie va a ser  fumador pasivo del humo que producimos y además podemos servir de ejemplo motivador para amigos y familiares que tienen el mismo propósito de dejar de fumar.


Por tanto, un propósito -cualquiera que sea- cuanto más energía de aprendizaje, energía creativa y energía de relación contenga más posibilidades de que la energía resiliente resultante haga posible lograrlo. Cada propósito conseguido sirve estímulo para otros procesos resilientes que estemos llevando a cabo y de impulso para conseguir nuevas metas y, además, desde la perspectiva holística de resiliencia, sabemos que nuestros procesos de resiliencia sirven para generar sinergias de resiliencia en las personas que nos rodean y en nuestro entorno.


¡Espero que este sea un año lleno de propósitos resilientes conseguidos para todos!